De hecho, pensamos que la molestia psíquica contemporánea nos indica la naturaleza más íntima de nuestra época, y que está relacionada con el espíritu de la época, con las incomodidades relacionadas con el estilo de vida, con los cambios en la familia, con cómo nos alimentamos, con cómo vivimos nuestro cuerpo y con cómo nos relacionamos con los otros seres vivos.
Por tanto, el sufrimiento tiene un significado, está relacionado con la fatiga de vivir, con la incomodidad de no encajar en muchos estereotipos, con el hecho de no poder conseguir que se acepte nuestra diversidad.
A menudo, la medicina convencional sólo reconoce el síntoma y para cada síntoma propone un diagnóstico, mientras que para cada diagnóstico hay una cura farmacológica. Según esta visión, el malestar psíquico es efecto de causas biológicas, proviene de un cerebro “averiado”, como si fuera un motor que no funciona y que hay que reparar, y la cura es farmacológica: en realidad, el psicofármaco es sólo una de las herramientas de que dispone el terapeuta.
De hecho, el sufrimiento debe ser escuchado, es necesario reconocerlo, comprenderlo, sentir lo que nos afecta y no tratar simplemente de suprimirlo.
El enfoque holístico en psicología es una nueva herramienta para afrontar todo esto, debe adaptarse a la compleja dimensión del síntoma psíquico, una dimensión que concierne al estado global del individuo-paciente que sufre, que no duerme, que se siente inadecuado, que no se gusta a sí mismo, que no consigue sentirse aceptado tal como es.